Traficando Armas
Mi colega Cayo César
Expedición Humanitaria OASIS Togo 2011
De pequeño siempre quise dedicarme a algo excitante, pleno de aventura y que la adrenalina corriera a borbotones y me saliera por las orejas. Astronauta, explorador, científico loco, piloto de combate o un simple traficante de diamantes o en su defecto (ya saben que estamos en crisis, incluso de ocupaciones laborales) armas. Y fíjate por donde, que de repente, a estas alturas del partido en el que las canas asoman en exceso, zas, premio gordo. A veces los deseos, aunque tarde, se hacen realidad…
El septiembre pasado, los “locos” de OASIS ya tenían todo listo para la “excursión” solidaria anual a nuestra otra casa: Dapaong, una recóndita ciudad del Togo (paisillo africano en pleno Golfo de Guinea; excluido, olvidado y potencial exportador de enfermedad, dolor y sufrimiento) capital de la región de la “Savanna” y centro de operaciones de OASIS desde hace casi una década.
Todo el material médico y quirúrgico recopilado, metido en cajas perfectamente identificadas y enviado en un contenedor para que estuviera en el quirófano modular para comenzar a trabajar a nuestra llegada. Pan comido, por decir algo, ya que en este año de (la tan recurrente y manida en conversaciones de bar) crisis, nos costo un mundo conseguir la pasta para poder mandar el material. Esta vez recurrimos a un contendor “compartido” (esto es, pagas por una parte del volumen total del espacio y meten en el “cajón” su material diferentes organizaciones para que así la jugada te salga más barata) para intentar abaratar nuestro envío y poder llegar y tratar a la mayor cantidad posible de pacientes. Como siempre, Murphy que era (no se si de nacimiento, filiación o parentesco putativo) seguro africano, nos jugó otra mala pasada. Esta vez, algún “iluminado” por no llamarle de otra forma, se le ocurrió meter entre las montañas de packs quirúrgicos, vendas, agujas y betadine, unas cuantas AK47 (pesan más pero son mucho más útiles por esas latitudes, por supuesto), granadas de mano y minas antipersonales para alguno de los muchos socios del club del Bang Bang que por allí pululan.
Contenedor retenido, llamada telefónica de las autoridades francesas, investigación de quiénes somos y a qué nos dedicamos y un mes de retraso (con lo que eso conlleva) y material confiscado en casa de los vecinos. Para no hacerles más largo (cosa que me encanta) el cuento, a una semana de tomar el avión, ahí estaban los médicos de OASIS pegando carreras nuevamente. Esta vez para intentar recopilar (el mismo material que se había conseguido, pagado y enviado con grandes esfuerzos y ayuda de muchos amigos) todo lo necesario para la expedición con el que poder operar y así no perder la inversión en billetes aéreos (que caros son los cabrones) y sobre todo para no dejar tirados a aquellos pacientes olvidados que nos esperaban con las manos abiertas.
Así que sólo quedó una opción. Dos maletas de 23 kilos por cabeza. En una un par de camisetas, el cepillo de dientes y el resto material humanitario; y la otra, a punto de explotar, llena de agujas, antibióticos, clavos de trauma y material médico vario. Lo dicho, un follón.
Pero llegaron. “Veni, vidi, vici”. Todos con todo. Con muchas ganas de currar y ayudar a los más desfavorecidos. El nuevo y fenomenal equipo (los buenos “viejos” y los buenos “nuevos”) de OASIS y se hizo todo lo que se vino (ahí están los resultados) a hacer. Con alegría, buen rollo, ingentes cantidades de profesionalismo, y un gran arsenal (de los que no hacen “pum” eso sí) de buen hacer.
Y con esta arribada se cierra un ciclo. La cuadratura del círculo en forma (¡con lo que cuesta montar éste tinglado!) de expedición médica humanitaria. El año próximo (porque seguro habrá un próximo si nos echan una mano) estrenando “casa”, operando en el nuevo y maravilloso bloque quirúrgico que se acaba de inaugurar en el Centro para Discapacitados Físicos y Psíquicos Don Orione de Bombouaka, nuestra contraparte (sin ella no seríamos nada) en esta increíble aventura en busca del oasis africano.
“Alea iacta est”.