Desde el Corazón de África
Expedición Médica Togo 2004
Esta vez toca, y no se pueden imaginar lo complicado que puede llegar a ser enviar, desde este punto perdido de la tierra, la crónica con las aventuras y desventuras de este grupo de románticos de la medicina en el corazón del Africa Negra.
Nos encontramos en Dapaong, una pequeña ciudad -cerca de la frontera con Burkina Faso- del norte de Togo. Un país, que hasta hace no demasiado tiempo ni siquiera podía ubicar en los mapas.
El calor es sofocante. Durante el día, los cuarenta y bastantes grados de temperatura y la rabia desatada del astro rey nos golpean con dureza. El polvo en suspensión y su inseparable amigo en estas fechas, el Harmatan o viento del norte, nos impiden disfrutar del paisaje y el cielo africano, además de hacer de las suyas –¡y no saben de qué forma!- en los de por sí maltrechos ojos de la erosionada población.
Hace tres años conocí al Doctor Vélez. En Africa. Formaba parte de la segunda expedición Oftalmológica de la Fundación Fernández del Cotero de Santander a este país del Golfo de Guinea, para tratar y operar diferentes –principalmente cataratas- patologías oculares. Y, como no podía ser de otra forma, se quedó prendado de estas tierras y sus moradores.
Es ahí en donde comienza a moldearse lo que hoy es esta -para algunos locura- gran bola de nieve. Lo que en un principio fue participar de forma individual en una expedición ya preparada y con un destino claramente determinado, dio lugar con el paso del tiempo –y con la inestimable ayuda de diferentes organismos que creyeron desde un principio en este proyecto, y sin los cuales hubiese sido imposible acometer este tipo de iniciativas- a la organización de una expedición de oftalmología alicantina –la del año pasado- de tres integrantes. El órdago estaba echado. Este año el sueño convertido en realidad se multiplicó por tres. Las cifras hablan por sí solas: Once profesionales de tres ramas diferentes –oftalmología, trauma y pediatría- de la medicina. Un equipamiento de ultima generación, los tratamientos, los medicamentos y los medios de nuestro querido primer mundo al servicio de los más desfavorecidos de este olvidado rincón del planeta. Los milagros existen!
El apoyo a la iniciativa fue increíble desde un principio para esta formidable “excursión”. La acogida maravillosa. El Rotary Club Elda-Vinalopó, el Ayuntamiento de Elda, la Fundación Rotary Internacional y la Diputación de Alicante son los grandes mecenas del precioso proyecto alicantino. Sin ellos, sin su inestimable ayuda, aliento y apoyo esta bendita locura hubiese sido del todo imposible. Ellos son los grandes artífices y los culpables de que en Africa haya salido nuevamente el sol. De ellos, y por supuesto, de nuestros once héroes anónimos que han dejado el bienestar, la tranquilidad y la seguridad del hogar y se han metido de lleno en el sufrimiento ajeno, lejos, muy lejos de casa. Pertenecen a diferentes servicios –sin su desinteresada colaboración poco se hubiese podido hacer- de destacados hospitales y centros de salud: el de Oftalmología, el de Traumatología y el de Reanimación del Hospital de Elda, el de Anestesia del Hospital de Murcia y el Centro de Salud Petrel.
Aquí, en la sabana, el día comienza temprano, muy temprano, y el ritmo de trabajo frenético. El plan de trabajo, planificado de antemano, nos conduce cada mañana a una nueva aventura, a un reto diferente. La tarea está repartida y dividida por especialidades en tres equipos. Por un lado el de Oftalmología, recorre cada día en todo-terreno y con la consulta a cuestas, un buen puñado de kilómetros por pistas sin asfaltar y repletas de baches para diagnosticar y acercar a los pueblos más distantes los remedios “batule” (blanco, en lengua Moba) contra las terribles plagas oculares. Largas colas de pacientes –una media de trescientos diarios- se suceden interminables, una mañana sí y la otra también, ante la improvisada consulta bajo un mango. Tracoma, conjuntivitis, pterigion… y cataratas, muchas cataratas, además de las más extrañas patologías –brutales en algunos casos- que uno se pueda imaginar. En Africa la realidad siempre supera a la ficción.
En el Hospital de Dapaong, la capital del norte del país, trabajan sin descanso los “traumas”. Los cinco embutidos en su inconfundible pijama azul de cirugía y rodeados de extraños cachivaches. Trabajo y más trabajo. En ciento cincuenta consultas, “recaudaron” treinta y dos candidatos para el bisturí. Ocho al día –en su mayoría niños- que no está nada mal. Deformidades de rodilla y pié producidas por la polio, retracciones en manos, secuelas de quemaduras e infecciones, úlceras de todo tipo… una gran ensalada a la africana aliñada con condimentos difícilmente imaginables.
Y por último, y no menos importante, nuestro pediatra particular. El único integrante –por este año- del equipo P. Llegado de las españas con la misión de echar una mano en las diferentes maternidades y centros para niños que ha visitado en su peregrinaje diario y sobre todo haciéndose una idea clara de cuáles son las problemáticas más urgentes para intentar dar solución el año que viene.
Es muy difícil –imposible diría yo- intentar explicar -espero sirva de aperitivo y humilde tributo esta crónica desde lo más profundo del Africa negra- en unas cuantas líneas, las sensaciones, los pensamientos, los miedos y las dificultades a las que se enfrenta este grupo de grandes profesionales en su periplo más allá de la frontera sahariana. Pero aquí están y aquí seguirán durante los diez días de aventura realizando su desinteresada labor extrañando, por qué no decirlo, a sus seres queridos en la reunión familiar del día del padre, pero sabiendo que su tiempo, su dedicación y su esfuerzo tienen un valor, para las gentes que aquí intentan sobrevivir, más grande si cabe que la propia sabana.
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